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En un rinconcito de la zona bananera puedes hallar la tranquilidad que tanto deseas
Prado Sevilla

Casa antigua (Prado Sevilla)

Entre grandes jardines, cielo despejado y el carril del tren, Prado Sevilla da una calurosa bienvenida, cargada de hermosos paisajes que transmiten tranquilidad. Aunque es difícil para los nuevos visitantes identificar cuando se pasa de Sevilla a Prado Sevilla, sus habitantes tienen claro donde comienza su amado pueblo que para ellos representa la parte “pupi” de este sector de la zona bananera.

Antiguamente su rica agricultura atrajo a empresarios estadounidenses que estaban a cargo de la famosa multinacional United Fruit Company, conocida por comercializar frutas tropicales, principalmente banano, entonces que mejor lugar para cultivar? La empresa era muy exitosa pero todo empezó a cambiar después de la renombrada “Masacre de las bananeras”. Aproximadamente diez año luego de dicha masacre los empresarios decidieron irse de la zona, debido a que se crearon sindicatos de trabajadores que ejercían presión sobre ellos. Hoy en día se está reemplazando el cultivo de banano por el de palma africana ya que requiere menos mano de obra.

Hay que aclarar que no fue en el sector de prado Sevilla donde se produjo el exterminio de los trabajadores de la United Fruit Company, allí solo vivían los empresarios estadounidenses a cargo, sus antiguas casas conservan una infraestructura colonial que trasporta a la época de 1920, y te hacen sentir atrapado como en una película antigua.

Hoy en día las hermosas casas se convirtieron en la alcaldía, la biblioteca, el colegio, etc. No queda nada de lo que fue aquella multinacional, es como un fantasma. Aquí quedaba esto y aquello, nos señalaba nuestra guía Laura mostrándonos lugares abandonados. Todo lo interesante era de los gringos. Muchas de estas cosas ya no existen, espacios como la piscina y el casino ahora son lugares vacíos que guardan historias, y provocan desear poder viajar en el tiempo para reconstruir momentos y ver los años de gloria de este pueblo.

Tranquilidad, eso refleja Prado Sevilla, aunque es un pueblo de la costa no se siete ese calor asfixiante que producen las altas temperaturas, debido a sus inmensos árboles que cubren sus pocas calles con mucha sombra, árboles como los  de 'caucho' que fueron sembrados hace más de cien años. solo la calle principal está pavimentada, unas son una polvareda y otras un barrial. 

La llamada zona “pupi” no tiene grandes calles y edificios, restaurantes lujosos o centros comerciales, quizá por ello sus habitantes no denotan los afanes de la ciudad, todos describen al pueblo como un lugar seguro, cuentan sus historias sin problema alguno y están abiertos a hablar de cualquier tema aunque muchos de ellos no conocen los antecedentes de la región. Sin embargo un señor que vende revistas con información de la zona bananera, más conocido como el historiador del pueblo, responde cualquier inquietud sin problema alguno.

Este municipio es relativamente nuevo, solo tiene 17 años de haber sido creado, antes se consideraba parte de Ciénaga Magdalena. Visitar este bonito lugar deja ganas de volver algún día para admirar sus paisajes, tomarse un buen sancocho y sentir la tranquilidad de poder caminar por las calles libremente y sin temor a atracos. Sin duda alguna la única forma de vivir esta experiencia es tomar la decisión de atreverse a hacer el viaje hasta allí y dejar que Prado Sevilla haga el resto.

“El cielo” nunca ha sido el límite…

Juan Manuel Barrientos

Pasé gran parte de mi infancia en Fredonia, Antioquia. Entre mis recuerdos felices están las noches que pasaba con mi abuelo mirando las constelaciones e imaginando que podía agarrar las estrellas con mis manos y hacer diferentes formas. Mi nombre es Juan Manuel Barrientos y así pasaron muchos años en mi vida, a mis 33 años no tengo que esperar la noche pues llevo tatuadas en mi piel aquellas estrellas que de niño tanto admiraba.

Desde muy joven Juan Manuel Barrientos se sumergió en el mundo de la cocina, paso de cuadernos y pasillos de universidad a una estufa salchichera y la pequeña cocina del restaurante que con esfuerzo, dedicación y como el mismo diría “la felicidad de un inconforme” logró posicionar entre los mejores. Hoy “El cielo” restaurante se encuentra ubicado en Medellín, Bogotá y Miami con franquicias en panamá, puerto rico y Aruba. Actualmente es considerado uno de los cincuenta mejores chef latinoamericanos, a sus 33 años ha obtenido reconocimientos en diferentes partes del mundo y ha cocinado para grandes personalidades como Barack Obama; el cocinero Ferrán Adriá y Charles Roven, productor de Batman, entre otros.

El acontecimiento más importante para mi vida fue nacer, crecí en una familia amorosa pero algo que sin duda me marcó fue el secuestro de algunos familiares. El conflicto colombiano llegó a mi vida cuando tenía nueve años, la misma edad en que hice mi primera obra social. En esa época un socio mi papá fue asesinado y luego mi familia fue víctima de amenazas y diversos intentos de secuestro, el miedo que produjo en nosotros todas esas amenazas cuando Colombia estaba en la cima de aquellos 50 años de sangre, especialmente Medellín que limaba una guerra sin cuartel contra la guerrilla, paramilitares, narcotraficantes y demás grupos al margen de la ley nos llevaron a exiliarnos a Londres hasta que cumplí 16 años, cuando regrese a Colombia. No soy distinto a otros colombianos. Todos hemos vivido la violencia, todos los colombianos somos víctimas y más que quejarse hay que ponerse a trabajar, es por eso que mi vida se ha enfocado en aportar mi granito de arena en dar solución a estos conflictos que han marcado la historia de mi país.

Mi papá siempre dijo “la gente brillante aprende de los errores de los demás” por eso a los 19 años decidí retirarme de la universidad y cambiar el arte de la ingeniería por el de la cocina. Para mí la cocina hace parte de mi vida, a través de ella expreso mi creatividad, me brinda diferentes escenarios en los que tengo la oportunidad de innovar con las miles de ideas que se vienen a mi mente.

Luego de retirarme de mi carrera mi sueño era tener como maestro de comida japonesa al ehef Iwao Komivama, así que decidí ir a Argentina y después de mucho luchar logre que me recibiera. De Iwao aprendí muchas cosas bonitas, aprendí a mercar, a lavar toda una cocina después de un evento porque antes de ser cocinero es importante pasar por estas pruebas, me dejó como mensaje nunca perder la humildad, la nobleza y mantener los pies en la tierra.

El inicio fue insistir, tocar puertas y estar enfocado en lo que quería, pienso que para cumplir los sueños, para ser líder es necesario tener claro lo que quieres y saber que no existen límites,

Fue así como al regresar a Colombia a los 23 años y con lo aprendido por estos grandes maestros me arriesgue y abrí El cielo en Medellín con un carro de perros calientes, inicialmente me las arregle con unas instalaciones sencillas y corto capital para preparar mi primer plato con una estufa de salchichas, con el tiempo pude abrir una sede en Bogotá y brindar empleo a muchas personas.

Alrededor de mi vida me vi de frente con la muerte en varias situaciones, una vez haciendo parapente caí, no sé cómo logre sobrevivir a eso pero en otra ocasión casi me ahogo buceando, me estrelle en una moto, me apuntaron con una pistola en la cabeza y hasta me hirieron con un machete pero de nada sirve quejarse, de todo en la vida se aprende y de esto aprendí a no temerle a la muerte, entonces ¿por qué tenerle miedo a equivocarme? Esa es mi filosofía para todo, al momento de crear un nuevo plato e incluso cuando decidí llevar El cielo a Miami que es la capital de Latinoamérica aunque no está en Latinoamérica.

En medio de todo algo constante en mi vida ha sido el tema de la violencia, las vueltas de la vida me llevaron a estar sentado junto a cinco guerrilleros desmovilizados cuando aún sentía cierto repudio frente a las personas que en algún momento me hicieron daño, pero al contarme sus historias empecé a entender que no terminaron en la guerrilla por gusto. Es algo duro, pero escucharlos me ayudó a perdonarlos. 

A partir de esto decidí que quería hacer algo para ayudar a las personas que sufren este flagelo y que mejor forma que hacerlo desde este lugar que forma parte de mi vida, es así como en “El cielo empezó a cocinarse la paz".

La paz de Colombia comenzó a cocinarse a través de la creación de mi fundación “El cielo para todos” una de las pioneras en Colombia en involucrar el tema de la paz con la gastronomía, esta cuenta con un programa de gastronomía social que consiste en capacitar en cocina a sordomudos, madres cabeza de hogar, soldados heridos en combate, esposas de soldados retenidos, campesinos e indígenas que se ha visto obligados a abandonar su lugar de origen (desplazados) y desmovilizados la idea es que estas personas se reconcilien y perdonen con sus antiguos enemigos, los miembros de la fundación vamos a zonas de conflicto y brindamos ayuda a las víctimas de la violencia en Colombia, pero algo fundamental es instruirlos y brindarles oportunidades de empleo porque solo trabajando podemos crear una Colombia en paz. No es solo mi sueño es el sueño de millones de personas que en este hermoso país luchamos para que las futuras  generaciones no tengan que vivir con toda la violencia que marco nuestras vidas, el perdón es una palabra corta pero la cual todos los colombianos tenemos que aprender a degustar como el mejor platillo, para después poder degustar ese maravilloso  postre que se llama paz que todos los  Colombianos queremos sea una realidad.

Aunque son muchos los logros de Juan Manuel cuenta su historia sin ego alguno, es una persona que refleja una gran humildad e innova en cada uno de sus proyectos, en su restaurante más que comer se vive una experiencia en la que se despiertan los sentidos de los comensales. Para saber lo que se necesita para lograr esto el utiliza la neurociencia que le permite entender realmente el comportamiento de los seres humanos y lograr que las personas sientan que están en diferentes contextos desde un restaurante del que nadie sale sin chuparse los dedos.

Para concluir Juan Manuel tiene claro que parar no ha pasado por su mente ya que el éxito se construye día a día y según su filosofía no puedes quedarte solo con una victoria sino crear algo innovador cada día y afirma que el tope son las estrellas, “El cielo” nunca ha sido el límite.

 

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